Nombre que se ha interpretado de diversas maneras, según la raíz semítica de la que se trace su derivación. Las varias posibilidades son: «rolliza», «niña deseada», «la que ama o es amada de Yahveh», y «la amada».
1. Profetisa y hermana de Moisés y Aarón, hija de Amram y Jocabed (Nm 26.59). Éxodo 2.4, 7, 8 relata que una hermana del niño Moisés vigilaba la arquilla de juncos en que este fue echado al río; probablemente se tratara de María. Ella dirigió a las mujeres israelitas en el canto y danza de alabanza después que cruzaron el mar Rojo (Éx 15.20, 21), y junto con Aarón se rebeló contra Moisés cuando este se casó con una cusita. Como el motivo fueron los celos contra Moisés, Jehová castigó a María con la lepra. Moisés intercedió por ella, y fue limpia (Nm 12). Cuando María murió, la sepultaron en Cades (Nm 20.1). En tiempos posteriores se recordaba a María como líder junto con sus hermanos (Miq 6.4), y también como ejemplo del castigo divino (Dt 24.9).
2. Hija de Esdras según la genealogía de 1 Cr 4.17.
3. María Magdalena. Mujer probablemente oriunda de Magdala. Se menciona solamente una vez durante el ministerio de Jesús, como persona liberada de siete demonios, que luego figuró entre las mujeres agradecidas que servían al grupo itinerante de discípulos (Lc 8.1–3; cf. Mc 15.40, 41). Aunque la tradición ha identificado a María Magdalena con la mujer pecadora de Lc 7.37–50, es dudoso que sean una misma persona, puesto que Lucas la presenta en el cap. 8 como una figura nueva en la historia. Además, no es muy probable que Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes, se hubiera asociado con una mujer de mala reputación.
Estas mujeres acompañaron a Jesús hasta Jerusalén y presenciaron la crucifixión (Mt 27.55, 56; Mc 15.40, 41; Jn 19.25). Con el propósito de ungir el cuerpo de Jesús, María Magdalena, acompañada de otras, llegó a la tumba (Mt 28.1). Luego relataron el anuncio del ángel a los incrédulos discípulos (Lc 24.1–11). Juan 20.1–18 narra, además, que el Señor resucitado se le apareció a María Magdalena mientras esta lloraba junto al sepulcro.
4. María de Betania, hermana de Marta y Lázaro. Era sin duda discípula de Jesús, y cuando este llegó a su casa, dejó a su hermana las preocupaciones domésticas para sentarse a los pies del Maestro. Jesús elogió la acción de María cuando Marta reclamó la ayuda de esta (Lc 10.38–42). Aparece especialmente en la narración de la enfermedad y muerte de Lázaro su hermano, lo cual ocasionó otra visita de Jesús a Betania, y dio a María la oportunidad de mostrar otra vez su devoción (Jn 11.1–44) y su fe en Jesús (v. 32). Más tarde también mostró esa devoción ungiendo los pies del Señor (Lc 7.36–50), acto ocurrido casi en el inicio del ministerio de Jesús en Galilea, en casa de un fariseo. Por otro lado, parece que Mateo (26.6–13) y Marcos (14.3–9) sí se refieren a María sin nombrarla y con la diferencia de que el ungimiento es en la cabeza. Jesús interpretó este acto a la luz de su muerte inminente.
5. Madre de Jacobo el menor y José, discípulo que servía a Jesús y su compañía (Mc 15.40, 41; Lc 8.1–3). Acompañó a Jesús a Jerusalén y allí presenció la crucifixión (Mt 27.55, 56; Mc 15.40, 41; Lc 23.49) y también su sepultura (Mt 27.61; Mc 15.47; Lc 23.55). Asimismo participó con otras en procurar algunas especias para ungir el cuerpo (Mc 16.1; Lc 23.56). Vio la tumba vacía, y oyó el anuncio angelical de la resurrección (Mt 28.1–7; Mc 16.2–7; Lc 24.1–7). Al salir a dar la noticia a los discípulos (Mt 28.8; Lc 24.9–11), ella y las demás vieron al Señor resucitado (Mt 28.9, 10).
Algunos intérpretes han identificado a esta María con María mujer de Cleofas.
6. Mujer de Cleofas, una de las mujeres presentes en la crucifixión (Jn 19.25). Aunque algunos la han identificado con «la hermana de su madre» (de Jesús) que se menciona en el mismo versículo, no es muy probable que hubiera dos hermanas con un mismo nombre. Así que no son tres, sino cuatro las mujeres nombradas.
Una antigua tradición que identifica a Cleofas como hermano de José, el padrastro de Jesús, concluye que esta María de Cleofas era la cuñada de María la madre de Jesús. Si los nombres Cleofas y Alfeo se refieren a un mismo individuo, esta María también sería madre de Jacobo el discípulo (Mc 3.18), de Leví (Mc 2.14) y de José (Mc 15.40).
7. Madre de Juan Marcos, residente en Jerusalén, cuya casa servía de lugar de reunión para los primeros cristianos (Hch 12.12).
8. Mujer a la que Pablo saluda y alude como trabajadora en la congregación de Roma (Ro 16.6).
9. María, la madre del Señor Jesucristo
Nuestra información sobre la madre de Jesús se limita principalmente a los relatos de su infancia en Mt. y Lc. Allí vemos que cuando se produjo la anunciación angelical del nacimiento de Jesús, María vivía en Nazaret, Galilea, y estaba comprometida con un carpintero llamado José (Lc. 1.26s). Lucas nos dice que José era descendiente de David, y aunque no se menciona el linaje de María, es posible que proviniese de la misma línea de descendencia, particularmente si, como parece probable, debe trazarse la genealogía de Cristo en Lc. 3 a través de su madre. Se describe la concepción de Jesús como "del Espíritu Santo" (Mt. 1.18; cf. Lc. 1.35), y se nos dice que su nacimiento tuvo lugar en Belén al final del reinado de Herodes el Grande (Mt. 2.1; Lc. 1.5; 2.4).
Tanto en Mt. 2.23 como en Lc. 2.39 se describe que después del nacimiento la sagrada familia vivió en Nazaret. Sólo Mateo menciona la huida a Egipto, donde José, María, y el niño se refugiaron de la ira y los celos de Herodes. Lucas narra la visita de María a su prima Elizabet, quien la saludó como "la madre de mi Señor" con las palabras "bendita tú entre las mujeres" (1.42s). Lucas también incluye el cántico de alabanza de María (1.46–55, en el que algunos antiguos testigos leen "Elisabet" por "María" como el nombre de la persona que habla; Magnificat). Lucas (2.41–51) nos da una sola, pero a la vez atractiva, visión de la niñez de Jesús, y nos transmite las naturales palabras de ansiedad de su madre cuando descubre que su hijo se ha extraviado (v. 48), y la conocida respuesta: "¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?" (v. 49).
El resto de las referencias a María en los evangelios son escasas y relativamente poco informativas. Aparentemente no acompañó a nuestro Señor en sus viajes misioneros, aunque estuvo junto a él en las bodas de Caná (Jn. 2.1ss). El reproche que le formuló Jesús en esa ocasión, "Qué tienes conmigo, mujer?" (v. 4) expresa más sorpresa que dureza (Lc. 2.49, al igual que el tierno uso de la misma palabra gynai, ‘mujer’, en Jn. 19.26; véase también Mr. 3.31ss, pasaje en el que el Señor coloca la fidelidad espiritual por encima de la relación familiar; con el vv. 35 Lc. 11.27s). Finalmente, encontramos a María al pie de la cruz (Jn. 19.25), ocasión en que ella y el discípulo amado reciben de nuestro Señor el encargo de cuidarse mutuamente (vv. 26–27). La única otra referencia explícita a María en el NT se encuentra en Hch. 1.14, donde se dice que junto con los discípulos "perseveraban unánimes en oración y ruego".
La breve descripción neotestamentaria de María y su relación con nuestro Señor dejan muchos huecos en el relato, que las leyendas piadosas no han demorado en llenar. Pero no podemos llevar los registros del evangelio más allá de su límite histórico, lo cual significa que debemos conformarnos, por lo menos, con contemplar la humildad y la obediencia de María, y su obvia devoción para con Jesús. Y dado que era la madre del Hijo de Dios, no podemos decir de ella menos de lo que dijo su prima Elizabet, que es "bendita entre las mujeres.