Ciro


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Fundador del Imperio Persa (559–529 a.C.) que en 559 a.C., después de encabezar una revuelta militar, se coronó rey de los medos y los persas. Con sus guerras de conquista extendió su dominio sobre toda el Asia Menor. Sus ejércitos llegaron hasta Egipto y la India. En 539 se apoderó de la ciudad de Babilonia, donde los judíos se encontraban desterrados. En la historia general se destaca como gobernante magnánimo y por haber dado un trato diferente a los pueblos conquistados: respeto a la vida, consideración a los reyes vencidos y respeto a los dioses de cada uno de los pueblos. Los israelitas sin duda se beneficiaron de esta política tolerante. En Is 44.28–45.16. Ciro aparece como el ungido de Jehová, distinción reservada primitivamente para el rey de Israel y convertida luego en título mesiánico. Por ello los judíos pusieron sobre él sus esperanzas de liberación. Y en efecto, Ciro fue el «agente político» de Dios; un instrumento de los designios divinos. Así, en el primer año de su gobierno en Babilonia (538 a.C.), devolvió la libertad a los judíos mediante el famoso edicto de restauración, con el cual también autorizó la restauración del culto judío y la construcción del templo (Esd 1.1–4; 6.3–5).